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#4 - El uno es el número más solitario

  • Prop
  • 15 sept
  • 2 Min. de lectura

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Llovía. Una de esas mañanas en las que nadie hace contacto visual. Todos solo quieren secarse, buscar un sitio y seguir adelante.


Hora punta. Tranvías abarrotados. Encontré un asiento vacío delante. ¡Menudo triunfo! En la siguiente parada, subió un hombre mayor. Bien vestido, con el pelo canoso y con paso firme.


Le ofrecí mi asiento. Lo rechazó amablemente. Le dije que bajaría pronto. No era así, pero aceptó y se sentó. Viajamos en silencio. Sin embargo, a veces, uno puede sentir cuando alguien quiere decir algo antes de hacerlo.


—Bueno, nos espera otra semana lluviosa —empecé. Esbozó una sonrisa, y eso fue suficiente.


Quince minutos de charla vacía que, de alguna manera, significaba algo. Al llegar a su parada, se levantó y preguntó: «Pensé que bajabas pronto». Ya sabía la respuesta. Sonrió y dijo: «Gracias». ¿Esa sonrisa? Me acompañó mucho después de terminar el tranvía.


Algunos silencios duran más que antes. No son los que te tranquilizan, sino los que resuenan con fuerza en tu cabeza.


Lo notas primero en los demás. Luego, un día, en ti mismo.


Sales a caminar, despejas tu mente si puedes, ves si algo cambia.


La soledad no necesita una razón. Se instala sin que nadie la note. No cuando estás rodeado de gente, sino cuando empiezas a sentirte invisible.


Incluso los hombres que parecen firmes, al volver a casa, sentados a la mesa, viéndose reflejados en el espejo, a veces lo dejan pasar. Incluso los que saben guardar silencio. A veces es ahí donde se filtra.


Somos humanos, después de todo. Creados para conectar. Cuando el contacto se debilita, algo en nuestro interior marca la ausencia.


¿Ese dolor? Te dice que algo importa. Y cuando la señal persiste, se abre paso en tu pensamiento, y luego se queda un tiempo más largo del que pretendías.


Quizás empieza con una silla vacía durante una comida. O con una pausa incómoda que se extiende, o con una pregunta sin respuesta.


La soledad no grita. Pero a menudo oímos su eco en nuestras cabezas.


No es un consejo. Solo un hombre que dice lo que a menudo no se dice. Espero que te quede grabado, de la manera correcta.



Si esto te ha hecho sentir algo familiar, no estás solo. En Australia, puedes contactar con Lifeline las 24 horas, los 7 días de la semana, al 13 11 14.

 
 
 

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