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#1 – Odio las charlas triviales.

  • Prop
  • 19 ago
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 1 sept

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No es que odie a la gente, todo lo contrario. Simplemente no sé cómo fingir que una conversación sin importancia lo es. Por ejemplo, si se trata del tráfico, el tiempo o un partido que no he visto. Puedo seguir la conversación. Pero cuando lo hago, siento que estoy ignorando algo.


Lo que quiero es algo real. Un momento único. Algo que nos haga reflexionar un instante.


Hace años, cuando los niños aún eran pequeños, fui a una barbacoa. Era una de esas noches de sábado. Platos de papel. Cerveza en la nevera. Los niños movían las piernas con nerviosismo. En cuestión de minutos, los hombres se habían reunido alrededor de la parrilla y formado fila. Resultados de fútbol. Probabilidades de apuestas. El ritmo de siempre. Nada mal. Pero tampoco nada.


Después de un rato, me desvié del tema. Finalmente, empecé a hablar con las mujeres. Al principio, todo era de lo más aburrido. Recoger a los niños del colegio. La dentición. ¿Quién vuelve al trabajo? Entonces algo cambió. Una mencionó la salud de su padre. Otra dijo que no sabía cuánto tiempo más podría trabajar y quedarse en casa. El tono cambió. Ahí estaba: honestidad.


No se trataba de género, se trataba de quién quería ir más allá del guión.


También he probado este enfoque con hombres. Casi nunca funciona. Quizás sea la costumbre. Quizás sea el miedo a decir algo incriminatorio. Pero cuando alguien toma la iniciativa, aunque sea una sola vez, se abre la puerta a una conversación.


Por eso evito las conversaciones triviales. No porque estén mal, sino porque es una oportunidad perdida. No sacamos mucho provecho de ellas. No todos los momentos tienen que ser profundos, pero prefiero una frase sincera que una docena de frases educadas que se desvanecen.


Mi padre siempre decía: «Si Dios te mira, que se ría». Era su forma de decir: «No lo dudes». Nunca lo vi fingir ser otra persona. Eso fue lo que se me quedó grabado.


Así que no, no estoy aquí para hablar del clima.

Me gustaría saber qué es lo que te resulta difícil en estos momentos.

Lo que has estado llevando contigo sin decírselo a nadie.

¿Qué te da esperanza cuando las luces se apagan?


Eso es lo que queda. No porque sea profundo, sino porque es verdad.


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